ECONOMÍA CHINA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
REFORMAS POR EL LADO DE LA DEMANDA AGREGADA
China sabe que debe liberalizar los tipos de interés y cambiarios. Lo sabe, y en ello está. El actual
modelo, basado en inversión y exportaciones, está agotado por varios motivos:
1) Exceso de inversiones con rendimientos decrecientes en algunos sectores como la vivienda,
infraestructuras, industria del acero etc...
2) Europa y EEUU, principales destinos de las exportaciones chinas, están muy endeudados
actualmente. Lo sensato, aquí, es reducir la dependencia del sector exportador ante una
demanda prevista de los productos chinos cada vez menor.
Liberalizar los tipos de cambio permitiría corregir algunas ineficiencias que detallo a continuación:
1) La industria china tendría incentivos para ganar en competitividad, una vez desprovista del tipo de cambio artificialmente bajo. La cotización libre del yuan, además, dejaría sin argumentos a quienes aplican medidas proteccionistas sobre los productos chinos. A nivel internacional, permitiría también que otros países en crisis intentaran salir de la misma exportando sus productos más competitivos hacia China. El consumidor chino, de paso, importaría más y ganaría en bienestar. China podría invertir en empresas extranjeras, con un elevado componente tecnológico, a muy bajo coste (lo cual traería consigo empleos, mayores salarios y/o beneficios).
2) Contribuiría a aliviar las tensiones inflacionistas. Por un lado, la intervención del tipo de cambio desaparecería. Y, con ella, las inyecciones de yuanes al sistema tras cada superávit.
Además, un cambio más fuerte, abarataría las importaciones chinas de materias primas (lo cual también sería positivo para el desarrollo industrial del país).
3) Se liberalizaría la cuenta de capitales, permitiendo igualmente una libre circulación del ahorro. Esto significa que los ahorradores chinos podrían colocar sus fondos en opciones más rentables con absoluta libertad, aspirando a obtener mayores retornos. Además, la canalización eficiente del ahorro chino hacia fuera de China, permitiría incrementar el consumo doméstico una vez repatriados los beneficios.
4) Sin embargo, este proceso también entraña riesgos. El yuan, en palabras del analista independiente Andy Xie, es “la gran muralla financiera china”. Es lo que mantiene al país a salvo de los especuladores. Pekín teme fluctuaciones bruscas, una vez liberalizado el yuan y con los capitales circulando libremente, que puedan poner en jaque su economía como ocurrió durante la crisis asiática del 9831.
Una reforma del sistema financiero, que incluya liberalizar los tipos de interés, también permitiría
corregir algunas ineficiencias expuestas a continuación:
1) Un ahorro con más alternativas de colocación, reforma financiera mediante, elevaría los tipos sobre depósitos. Los bancos competirían por captar dicho ahorro. Y, únicamente, asumirían riesgos en la financiación de inversiones tan rentables como productivas. Esta mayor exigencia en el coste del capital, reduciría los créditos concedidos. También ralentizaría el crecimiento. Pero asignaría fondos a inversiones realmente rentables. Ello, igualmente, serviría para incrementar la renta potencial y reducir las tensiones inflacionistas.
2) Incrementaría notablemente la eficiencia del sistema bancario. Sin un ahorro cautivo, la gestión bancaria sería una simple cuestión de márgenes. Ahora dichos márgenes existen, al estar intervenidos los tipos de crédito y depósito. Pero las decisiones de inversión responden a criterios políticos, raramente relacionados con la eficiencia más elemental. Entiendo que los márgenes del tipo de interés (crédito menos depósito) deberían aumentar tanto en términos absolutos como relativos. Ello reduciría la cantidad de créditos, pero aumentaría su calidad.
3) Protegería a los bancos de acumular créditos malos, empleados en proyectos cuya rentabilidad fuese más que dudosa. Protegería a China, en definitiva, del coste de tener que recapitalizar sus bancos tras una hipotética crisis bancaria.
4) Permitir que las empresas no estatales puedan acceder libremente al crédito bancario. Esto
incrementaría la calidad de las inversiones chinas, una vez que dichas empresas privadas solo buscarían maximizar su rentabilidad. La empresa privada invierte atendiendo a los beneficios esperados. El sector estatal, como sabemos, invierte atendiendo a criterios políticos beneficiándose por lo general de bajos intereses. Dichos criterios políticos coinciden a veces con una rentabilidad de las inversiones. Pero no siempre es así. En el siguiente gráfico, podemos apreciar la demostración empírica. Si bien tanto empresas estatales como privadas tienen un peso equivalente en la economía china, son las segundas quienes actualmente producen más valor añadido
Fuente: ECONOMÍA CHINA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
http://www.intereconomia.com/blog/economias-asiaticas