Al igual que Platon

 Al igual que Platon que pone el Bien como la idea más alta, Confucio, como moralista que es también, desarrolla la idea del jen o ren, traducida de muchas maneras, por ejemplo como humanidad, compasión, virtud perfecta, benevolencia, altruismo, etc, idea guía en fin de toda acción moral. Confucio, como el idioma chino en general, no es amigo de definiciones por lo que la expresión de esa virtud la encontramos en casos. Así dice que “lo principal es vigilarse y corregirse, seguir los ritos; he ahí el ren”. En otra ocasión dice: “Al salir, conducirse como si se recibiera a un huésped de categoría; respecto al pueblo, comportarse como si se celebrasen solemnes sacrificios; lo que no se desea para si mismo no hacérselo a los otros”, otra expresión del ren es: “ser capaz de hacer cinco cosas en el mundo, a saber: respeto a sí mismo, la magnanimidad, la lealtad y la fidelidad, la diligencia y la beneficencia. Entonces se puede uno dirigir a los demás”. No llega Confucio al ideal de la caridad cristiana. Se le pregunta. “Devolver el bien por el mal, ¿qué piensas de eso?” Respuesta: “Y ¿qué devolverías entonces por el bien?. Es preciso responder al mal con la rectitud y al bien por bien”.

Junto al ren, o benevolencia, encontramos el yi, o la equidad, deber, justicia. Aquí entran en juego los ritos: “Se debe cuidar el exterior tanto como el interior. Una piel de tigre o leopardo no se distingue de una piel de perro u oveja una vez que se les rae el pelo”. El ritual, li, es “la conducta estándar que el hombre ha fijado como representativa de la corrección”. Así, dice Fung, si el contenido de la corrección es el beneficio de los otros, el contenido del li también lo es; “el ritual es humillarse uno mismo para dar respeto a los otros; poniendo a los demás primero y a uno mismo segundo”, dice el Libro de los Ritos. Para Confucio, la virtud no se puede transmitir con las palabras, la expresión de la virtud es el rito y el rito tras ser practicado puede ser comprendido. El lenguaje no tiene por objeto comunicar un saber sino establecer lazos con el orden cósmico.7

Sobre la sabiduría, chih, Fung dice que es el entendimiento de los tres anteriores, necesario para que estos sean válidos. Así, la gente baja puede ser obligada a obedecer, pero eso no hace sus acciones sabias, pues tales acciones son efímeras, casuales.

Confucio interpreta que el mundo sufre un proceso degenerativo por lo que de lo que se trata es principalmente de restaurar el orden perdido en esa edad de oro que Confucio atribuye a los Reyes Santos y a las dinastías Xia, Shang y la primera etapa de la Zhou. Esa edad dorada se opone al desorden y a la anarquía del momento de desintegración y guerra de todos contra todos que vive la época de Confucio. Su solución política es restaurar y definir las cosas por lo que son y lo que les corresponde como tales; así el padre, por el hecho de serlo, tiene una serie de responsabilidades y atribuciones, el hijo, las suyas, así el rey debe ejercer de rey y los súbditos de súbditos, etc.

Confucio declara que él no es un pensador original; su tarea es, más bien, la de transmitir la doctrina de los reyes santos de la antigüedad que es la verdadera porque es conforme a la ley natural. Para los chinos no hay un proceso de creación del mundo sino una conexión entre el macrocosmos y el microcosmos, el universo y el hombre. Si hay desorden en uno, hay desorden en otro. El emperador, el gobernante, es el demiurgo que pone en contacto esos dos mundos. Para ser digno del mandato celeste el emperador ha de tener la virtud que se encuentra en el fundador de la dinastía hasta que sus descendientes degeneran. Para merecer el mandato del cielo se debe imitar a los héroes fundadores y su tarea principal es hacer las designaciones de las cosas correctamente y la prueba de la corrección de su gobierno es el bienestar del pueblo.

La enseñanza de Confucio ha sido calificada de utopía conservadora. Su doctrina está dirigida al rey y a sus consejeros, los caballeros y gentilhombres. Salvo la adjudicación de los nombres y así de los cargos, Confucio prescribe para el monarca la actitud del no-obrar. El emperador es como una estrella polar fija en el firmamento que rige sobre las demás en tanto que estas se reconocen en su relación con ella.. Así dice Confucio: “Si se es recto, no hay necesidad de dar ordenes para ser escuchado. Si no se es recto, es inútil dar ordenes, porque estas no serán seguidas”. Otra cita al respecto es: “No hacer nada y hacer reinar el orden; he aquí lo que hacía Shun - uno de los emperadores de las dinastías legendarias. Y, ¿cómo lo hacía?. Se mantiene en su reverencia y rectifica su rostro vuelto hacia el Sur; eso es todo”. Los reyes santos de la antigüedad no solo aseguran el orden social sino el universal, se encargan de realizar los sacrificios antes de las cosechas y las estaciones, etc.

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7 Vease el capítulo El Silencio del Rito de Levi en su libro Los Funcionarios Divinos. Para Levi, el taoísmo, o al menos, Chuangzi, es un continuador de Confucio

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La virtud del soberano afecta de manera circular: Nace de la persona del soberano, se difunde entre el pueblo, se concentra en ciertos consejeros que proceden del pueblo y regresa al soberano por medio de estos consejeros. La doctrina de Confucio se dirige a una élite, pero no a una casta; cada uno podrá ser funcionario por el estudio.

El ideal humano del Confucianismo es el hombre de bien. Algo que se logra con la adquisición de una cultura, a la vez moral e intelectual. La cultura intelectual la alcanza con ayuda de un maestro; es una combinación de estudio y reflexión, pero, sobre todo, como dice Levi, es un intercambio de etiqueta, un ritual. El estudio debe concentrarse en los clásicos, otras obras heterodoxas son perniciosas. Sin el perfeccionamiento moral, la ciencia es completamente vana.

Fuente:  LA FILOSOFÍA POLÍTICA CHINA CLÁSICA

Historia y pensamiento en China

MANUEL HERRANZ

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